Continuidad y alternancia política en Oaxaca.

Isidoro Yescas Martínez
IISUABJO

En Oaxaca la elección de gobernador realizada el primero de agosto del 2004 se constituyó en el terreno propicio para dirimir la rivalidad nacida seis años atrás entre diodoristas y muratistas –dos grupos de poder priístas dirigidos por el ex-gobernador Diódoro Carrasco Altamirano y por el entonces gobernador José Murat Cassab-, pero también para ajustar cuentas entre el gobierno del estado y el gobierno federal y para que los electores oaxaqueños pudieran decidir entre el continuismo muratista, representado por el priísta Ulises Ruiz Ortiz, candidato de la coalición Nueva Fuerza Oaxaqueña (PRI-PT-PVEM), o la alternancia política que ofertó el ex-priísta Gabino Cué Monteagudo, candidato de la coalición opositora Todos Somos Oaxaca (PRD-PAN-Convergencia).
En un escenario altamente competido, en donde las propuestas de gobierno, las plataformas electorales y las ideologías partidistas pasaron a un segundo plano para abrirle paso a la guerra mediática, a una profusa y costosa campaña mercadológica, a las descalificaciones personales y al derroche de recursos económicos que implicó que ambos candidatos rebasaran el tope máximo de gastos de campaña establecido en 49 millones de pesos, el desenlace de la jornada electoral sólo confirmó lo que ya se había anticipado: la coalición derrotada no aceptó los resultados y al mismo tiempo que Ulises Ruiz proclamaba su triunfo, Gabino Cué y las dirigencias nacionales del PAN, PRD y PC anunciaron que recurrirían a los tribunales electorales para solicitar la anulación de la elección que calificaron de fraudulenta.

Para explicar este fenómeno esbozaré a continuación algunas líneas generales de reflexión sobre el comportamiento de sus principales actores políticos antes, durante y después de la jornada del primero de agosto. Asimismo, me ocuparé de revisar las condiciones políticas que prevalecieron en la etapa post-electoral, caracterizadas, por un lado, por el reconocimiento que el Instituto Estatal Electoral, el Tribunal Estatal Electoral y el Congreso local otorgaron al resultado de la elección y, por el otro, por el reacomodo partidista registrado en las elecciones municipales del 3 de octubre en donde la alternancia cobró forma favoreciendo notablemente al Partido de la Revolución Democrática.

Aliados y adversarios
¿Qué ocurrió en Oaxaca en el contexto de la sucesión gubernamental antes del primero de agosto?

En primer lugar, no debe perderse de vista que ya no es el Presidente de la República el factor que media e impone soluciones en la definición de las candidaturas priístas a la gubernatura. Ese papel de Gran Elector ahora les corresponde desempeñarlo a los gobernadores o al presidente del CEN del PRI, o ambos a la vez.
Y esto último fue lo que ocurrió en Oaxaca. El gobernador José Murat jugó desde un principio “con la vieja fórmula priísta de la seducción y el engaño, abriendo lo más que pudo el abanico de aspirantes y alentando en cada uno la posibilidad de ser el ungido, pero bajo sus propias reglas”. Y todo ello para cubrir y facilitar el avance y consolidación de una sola precandidatura, la del senador Ulises Ruiz Ortiz, amigo y operador electoral común del gobernador y del presidente del CEN del PRI, Roberto Madrazo.[1]

En segundo lugar, durante el sexenio muratista la correlación de fuerzas entre el gobierno federal y el gobierno del estado casi siempre resultó adversa al primero, cerrando así toda posibilidad de generar condiciones favorables para el fortalecimiento del panismo –o de una fuerza opositora afin al foxismo- cuya dirigencia estatal, además, demostró estar más cerca de los intereses del gobernador en turno que de su propio partido. De esta manera el estilo autoritario y áspero del gobernador Murat le permitió en todo momento mantener un control absoluto del priísmo estatal y desalentar cualquier intento de disidencia interna. Además, no solamente se atrevió a desafiar al nuevo presidencialismo foxista oponiéndose , por ejemplo, a la reforma fiscal y a la reforma eléctrica , sino que le impuso al gobierno federal sus tiempos y ritmos para negociar todo tipo de problemas, desde el relacionado con las exageradas peticiones económicas que anualmente le presentaban los cerca de 60 mil maestros agrupados en la sección 22 del SNTE, hasta el de la designación de funcionarios federales en delegaciones tan importantes como la SEDESOL, la SAGARPA o la SCT, por citar algunos.

En tercer lugar, José Murat se posicionó en la política nacional con los ojos puestos en la sucesión presidencial y ello fue factor clave para que su amigo el ex-gobernador del estado de Tabasco, Roberto Madrazo, le ganara la Presidencia del CEN del PRI al grupo de labastidistas --en donde ocupaba un lugar destacado el ex-gobernador de Oaxaca y ex-secretario de Gobernación, Diódoro Carrasco-- que apoyó la candidatura de la ex-gobernadora de Tlaxcala, Beatriz Paredes. Fue una elección interna bastante desaseada, en la que toda la estructura del aparato gubernamental de Oaxaca se puso en movimiento para que los priístas de esta entidad aportaran miles de votos que fueron decisivos para el cuestionado triunfo del político tabasqueño. Y en esta elección también cobró relevancia el capital político de la “líder moral” del SNTE, Elba Esther Gordillo, y los votos aportados por la estructura del sindicato magisterial. Con estas alianzas la profesora Gordillo terminaría por compartir con Madrazo el mando del PRI como Secretaria General del Comité Ejecutivo Nacional.

Ya posicionado en la dirigencia nacional del PRI, Madrazo afianzó su pacto transexenal con el gobernador José Murat que se tradujo en una mayor promoción del senador Ulises Ruiz Ortiz para la candidatura priísta al gobierno de Oaxaca y en el impedimento para que Diódoro Carrasco fuera promovido como candidato a diputado federal por la vía de la representación proporcional. En el entorno nacional, dos movimientos resultaron importantes: uno, el desplazamiento gradual de Elba Esther Gordillo del proyecto madracista y las nuevas alianzas tejidas por Madrazo con líderes priístas de la vieja guardia como Manlio Fabio Beltrones y Emilio Chauyfett, estrategia encaminada a constituirse en corriente mayoritaria en la nueva legislatura federal. Y todo con una sola meta: generar la estructura política y una corriente de opinión favorable a su aspiración de proclamarse para el 2005 como candidato del PRI a la Presidencia de la República.

En cuarto lugar, en esta ocasión la candidatura de Ulises Ruiz --muy cercano a Madrazo y Murat pues con ambos había sido operador electoral de primera línea en elecciones de gobernador, diputados y de autoridades municipales en Tabasco y Oaxaca-- no pudo unir a todos los aspirantes a la gubernatura en derredor suyo pero, en cambio, lo acercó a antiguos colaboradores del ex-gobernador Diódoro Carrasco, como también sucedió con el opositor Gabino Cué.

Con diodoristas en ambos equipos de campaña, lo previsible era que el proyecto de restauración del diodorismo se haría realidad con cualquiera de los dos candidatos a la gubernatura.
Sin embargo, y esto podría ser el quinto elemento de la sucesión oaxaqueña , en la medida que fue el gobernador José Murat el estratega y coordinador de la campaña de Ruiz Ortiz, y valorando también el férreo control que aun ejercía en todo el aparato gubernamental y partidista, fueron los lineamientos del gobernador las que terminaron por imponerse sobre un candidato priísta que durante toda la campaña no encontró oportunidad para definir un proyecto propio y, por el contrario, no solamente tuvo que reafirmar su lealtad y compromiso político con el muratismo sino que en el último tramo se vió obligado a declararle la guerra y solicitar la expulsión del PRI de Diódoro Carrasco y de Elba Esther Gordillo, ambos señalados con índice de fuego por la dirigencia estatal priísta como promotores de la campaña de Gabino Cué .

Para contextualizar la pugna entre Murat y Diódoro Carrasco no hay que olvidar que éste último, durante su desempeño como gobernador de Oaxaca (1992-1998), permitió que sus principales colaboradores redujeran a su mínima expresión el trabajo político del entonces senador José Murat, situación que progresivamente los fue distanciando. En 1998, Carrasco intentó imponer como sucesor a su amigo íntimo y diputado federal José Antonio Estefan Garfias, pero no logró su objetivo por la división del priísmo oaxaqueño, que fue muy bien aprovechada por el senador José Murat para asumir el liderazgo de la corriente disidente. Con este apoyo y el de otras fuerzas políticas locales, así como con el amago que hizo a la dirigencia nacional del PRI de renunciar al partido y postularse por el PRD si no resultaba favorecido con la designación presidencial, Murat logró finalmente obtener el apoyo del presidente Ernesto Zedillo para ser ungido como candidato. Además, operó en su favor coyunturalmente la renuncia de Ricardo Monreal al PRI y su postulación por el PRD como candidato a la gubernatura de Zacatecas.

Desde entonces las diferencias entre Murat y Carrasco se empezaron a agudizar llegando a la ruptura cuando, ya como gobernador, Murat inició una purga de políticos diodoristas, cooptando a un selecto grupo que seis años después serían los encargados de condenar por “traición” y “deslealtad” a su antiguo jefe.

Habiendo negociado en 1998 con el Presidente Ernesto Zedillo su nombramiento como Subsecretario y luego como Secretario de Gobernación, Carrasco se mantuvo a la defensiva por dos años, pero en el 2001, durante la elección de autoridades municipales, desafió por vez primera el poder del gobernador Murat al promover a su ex-secretario técnico, Gabino Cué, como candidato a la presidencia municipal de la ciudad de Oaxaca. Bajo el registro del Partido Convergencia, dirigido a nivel estatal por el ex-priísta y ex-gobernador interino Jesús Martínez Alvarez, Gabino le ganó la elección a Javier Villacaña, candidato de Murat. Este desenlace electoral avivaría la rivalidad entre muratistas y diodoristas .

Los pasos de la oposición
En el flanco opositor lo novedoso de este proceso fue la construcción de una coalición electoral que estuvo precedida por un fallido intento de políticos diodoristas para impulsar la formación de una agrupación civil denominada Oaxaca es Primero. Esto ocurrió a principios del 2003 cuando ya desde la presidencia municipal Gabino Cué venía desarrollando una intensa campaña mediática para posicionarse entre los partidos de oposición como una opción ciudadana para la sucesión gubernamental.

Un año después, en plena etapa preelectoral, cobró forma la alianza opositora denominada Todos Somos Oaxaca, integrada por el Partido Acción Nacional, el Partido de la Revolución Democrática y el Partido Convergencia, una fuerza política minoritaria que en Oaxaca estaba representada por ex-priístas que en 1998 --todavía con la camiseta tricolor-- se habían aliado al entonces senador José Murat para impedir que el gobernador Diódoro Carrasco impusiera como candidato a gobernador al diputado federal José Antonio Estefan Garfias.
Una experiencia similar a la ocurrida con los principales partidos de oposición que ahora se coaligaban había fracasado en la elección de gobernador de 1998 cuando José Murat tuvo como contrincante a Héctor Sánchez López, líder regional de la COCEI y dirigente del PRD. En esa ocasión el PAN y el PRD no pudieron ponerse de acuerdo para postular un candidato único y Sánchez López terminó postulado como candidato a gobernador únicamente por el PRD. Después, en el 2004, el mismo personaje volvió a pelear la candidatura por el bloque opositor pero nuevamente fue derrotado, ésta vez por Gabino Cué quien supo sacarle provecho a su cargo en el ayuntamiento capitalino , a sus alianzas tejidas con el Partido Convergencia y a los cabildeos realizados presumiblemente por el propio Diódoro Carrasco, con las cúpulas nacionales del PAN y del PRD. En respuesta éste último renunció al PRD y pactó con el naciente partido local Unidad Popular la candidatura a la gubernatura convirtiéndose desde entonces en un crítico sistemático de Gabino Cué y en un virtual aliado del candidato priísta Ulises Ruiz Ortiz.

La constitución de la alianza opositora sirvió no solamente como un catalizador de las inconformidades ciudadanas y de algunos sectores de la clase política oaxaqueña en contra del autoritarismo muratista, sino también --y de manera preponderante-- como una oportunidad para un ajuste de cuentas de sus adversarios políticos dentro y fuera de Oaxaca . De esta manera, más que un cambio político y social, lo que Todos Somos Oaxaca, y especialmente la expresión local del Partido Convergencia, buscó en esta elección fue desmantelar el proyecto transexenal muratista para así asegurar, en caso de un triunfo, el retorno al poder de los diodoristas.

Esta visión no necesariamente fue compartida por el PAN y el PRD, quienes si bien coincidieron con Convergencia en la necesidad de derrotar al muratismo su apuesta fundamental se concentró en propiciar una alternancia política en un estado del sureste del país que les sirviera de plataforma de lanzamiento para la sucesión presidencial del 2006.
Por eso, en contra del PRI y su candidato (y por supuesto de José Murat y Roberto Madrazo) se alinearon no solamente sus adversarios naturales del PAN y del PRD sino ex-gobernadores priístas como Heladio Ramírez y Pedro Vásquez Colmenares, empresarios oaxaqueños y de algunos consorcios nacionales beneficiados en el sexenio diodorista y desplazados por José Murat, cuadros del priísmo nacional agraviados por Roberto Madrazo como su Secretaria General Elba Esther Gordillo y, fundamentalmente, el gobierno federal que por múltiples vías expresó su simpatía con el candidato Gabino Cué.

Cada uno de estos actores políticos tenían (y tienen aún) cuentas pendientes por facturarle al gobernador José Murat, quien a esas alturas había roto prácticamente con las principales fuerzas políticas que lo llevaron a la gubernatura y, paradojas de la política, muchos de estos antiguos aliados se convirtieron en esta etapa en sus principales críticos y denostadores, que lo mismo le reclamaron su excesivo protagonismo que tocó fondo con el “atentado” del 18 de marzo del 2005, que según la PGR no fue tal, como su marcado interés por echar mano de todos los recursos a su alcance para no perder la elección del primero de agosto, que incluyeron desde el control y manipulación de la mayoría de los medios de información locales para favorecer al PRI y sus candidatos a gobernador y diputados locales, la cooptación de destacados líderes estatales y regionales del PAN y del PRD, hasta la movilización de todo el aparato gubernamental para garantizar el voto corporativo.

A esta lógica de no dejar pasar ningún contragolpe de la oposición y de sus aliados respondió su nuevo reto lanzado al Presidente Vicente Fox en vísperas de las elecciones para exigirle que respetara la soberanía de Oaxaca y para que también pusiera orden en su gabinete, en una clara y contundente respuesta al exhorto presidencial para que el gobernador oaxaqueño pusiera orden en su gobierno y garantizara que las elecciones de diputados y gobernador del domingo primero de agosto se llevaran a cabo con tranquilidad, para que no se replicaran los sucesos violentos ocurridos el 27 de julio en el municipio de Huautla de Jiménez.
Pero ya para entonces la violencia verbal, la guerra mediática, las descalificaciones personales y la manipulación de las encuestas electorales por parte de ambas coaliciones partidistas, habían creado un escenario de incertidumbre que, sumado a los acontecimientos de Huautla de Jiménez, solamente contribuyeron a generar el temor a nuevos hechos de violencia para el primero de agosto.

La jornada electoral
Como en ninguna otra elección local, en esta ocasión se elevó el número de observadores electorales, incluyendo a enviados de los principales medios de información nacionales y algunos internacionales. Fresco aun el choque entre simpatizantes de Gabino Cué y Ulises Ruiz en Huautla de Jiménez, que arrojó como saldo un muerto y más de 20 heridos, se anticipaba una jornada comicial violenta, pero no ocurrió ningún hecho de esta naturaleza. Sin embargo, sí se registraron irregularidades observadas en otras contiendas locales, como el acarreo de votantes, el reparto de despensas, la compra e inducción del voto, el soborno a funcionarios de casilla, hasta la propia renuncia masiva de representantes ante las mesas directivas de casilla de la coalición Todos Somos Oaxaca, hecho inédito atribuido a una estrategia priísta para dejarles manos libres a la hora del recuento de votos.

Pero ninguno de estos incidentes indignó tanto a los partidos integrantes de la coalición opositora como lo que ocurrió horas después de cerrarse las votaciones en la sede del Instituto Estatal Electoral.
Fallas técnicas y humanas, o plan con maña, lo cierto es que al no cumplir con su función de proporcionar puntualmente los resultados preliminares de la jornada comicial, e inclusive de interrumpir momentáneamente el flujo de información, el Instituto Estatal Electoral fue sometido la noche del primero de agosto a una dura crítica y cuestionamiento por parte de las dirigencias nacionales del PAN, PRD y Convergencia, situación que se prolongaría en los días posteriores hasta generar la imagen de un órgano electoral parcial y partidizado.

De acuerdo a versiones periodísticas, el irregular desempeño del PREP, operado por la empresa local I Sistems Soluciones Integrales ,contratada por el IEE sin mediar licitación alguna , se verificó de la siguiente manera:

“A las 23.44 horas del domingo primero de agosto el PREP reportó que ya tenía computado el 80 por ciento de las casillas. Pero nueve minutos después apareció otro registro en el que se decía que únicamente se llevaba computado el 50 por ciento de las casillas.
“Con el primer reporte Gabino Cué ganaba con 421,77784 votos sobre Ulises Ruiz, quien tenía 405,324 sufragios. Pero con el segundo reporte, Gabino Cué ya sólo tenía una mínima ventaja: 256,114 contra 252,225 de Ulises Ruiz”.[2]

En su defensa, la empresa desechó la versión de una caída del sistema cibernético .Simplemente redujo el problema a un “desfasamiento numérico” provocado por el hecho de que “desde un centro de cómputo de Puebla se hicieron muchas de las mas de dos millones 600 mil consultas que hubo a la página del PREP” lo que saturó el sistema provocando una suspensión temporal en el flujo de información (Ibidem).
Este incidente, así como el alto número de votos nulos ( 41,588 boletas anuladas, equivalente al 4.12 por ciento del total de la votación ) creó un escenario de incertidumbre y de rechazo a los resultados finales en la elección de gobernador que por estrecho margen favorecieron al candidato del PRI Ulises Ruiz Ortiz.

Las movilizaciones de protesta que luego se emprendieron en la ciudad capital y en otros puntos de la entidad parecían anticipar una etapa post-electoral bastante crítica y el nacimiento de un movimiento político de alcance estatal y nacional, sin embargo el importante caudal de votos captados por Todos Somos Oaxaca no se tradujo en movilizaciones masivas ni en acciones de resistencia civil de gran impacto y todo se fue reduciendo a la denuncia periodística, difundida especialmente por el diario local Noticias, que desde un principio tomó partido por la candidatura de Gabino Cué.
Inconformes con los resultados electorales, los partidos de la coalición opositora recurrieron en una primera instancia al Tribunal Estatal Electoral para solicitar la nulidad de votos recibidos en casilla sin atender otras irregularidades que a través de los medios de información locales y nacionales habían denunciado.

Este movimiento --y todo el proceso para que el Congreso Local, constituido en Colegio Electoral, declarara gobernador electo a Ulises Ruiz Ortiz-- se desarrolló durante el mes de agosto, tiempo en el cual el Tribunal Estatal Electoral validó el resultado del cómputo realizado por el Instituto Estatal Electoral en los 25 distritos electorales de Oaxaca.

La sentencia ya no fue recurrida por la oposición que decidió cambiar de estrategia legal y promover ante el TEPJF un juicio de revisión constitucional en contra de la declaratoria de validez de la elección de gobernador realizada por el Congreso local el 26 de agosto. Después de más de dos meses de larga espera, el 17 de noviembre por unanimidad los magistrados de la Sala Superior del TEPJF resolvieron validar y ratificar los triunfos de los candidatos priistas a gobernador Ulises Ruiz Ortiz, de Oaxaca, y Fidel Herrera Beltrán, de Veracruz.

Participación ciudadana y alternancia municipal
De un listado nominal de 2,176,859 electores , en la elección de gobernador votaron 1,101,807; sin embargo descontando el voto emitido a favor de candidatos no registrados y los votos nulos la cifra se redujo a 1,056,965, es decir, a menos del 50 por ciento de participación ciudadana. De éstos, Ulises Ruiz obtuvo 523,978 mil votos (el 47.55 por ciento) Gabino Cué 488,640 (44.35 por ciento) y Héctor Sánchez, candidato del PUP, 44,347 (4.2 por ciento). El total de votos nulos ascendió a 41, 588 y los candidatos no registrados sumaron 3,254.

Si se comparan estas cifras con la elección de diputados se observa una clara diferenciación del voto, lo que evidencia el peso cada vez mayor que adquieren el perfil , arraigo y simpatía de los candidatos sobre la estructura de los propios partidos (o coaliciones electorales) En este caso el total de votantes registrados por el Instituto Estatal Electoral sumaron 1,084,162 distribuidos de la siguiente manera: NFO, 517,556; TSO, 463,477; PUP, 54,468; votos nulos, 45,200 y candidatos no registrados 3,461. Sin embargo, para efectos de pulsar el voto útil debemos excluir los votos nulos y el asignado a candidatos no registrados y entonces la cifra se reduce a 1,022, 481 votantes .

La participación ciudadana en la elección de gobernador se mantuvo en niveles similares a la elección de 1998, cuando la abstención se situó sobre el 50 por ciento. Esta situación revela que a pesar de la alta competencia entre las dos coaliciones y del empate técnico registrado entre ambos candidatos en la fase final de las campañas, hecho que lo anticiparon las encuestas más serias y que se confirmó con el reducido margen con el que Ulises Ruiz alzó la mano (35,338 votos de diferencia) , no se produjo una votación masiva que probablemente hubiese favorecido a Gabino Cué, tal como ocurrió en Veracruz en donde el histórico 60 por ciento de participación colocó al PAN muy cerca de la gubernatura, pero en cambio se alzó victorioso en el Congreso y en los principales ayuntamientos .
Con estos niveles de participación, fue finalmente el voto duro de las zonas rurales de Oaxaca lo que volvió a ser decisivo para el triunfo del PRI en la elección de gobernador, comportamiento que no se observó de igual forma con la elección de diputados en donde fue clara la decisión de los electores de algunos distritos electorales, fundamentalmente de los ubicados en las regiones de la Costa, Valles Centrales, Tuxtepec y el Istmo, de castigar al PRI por la mala selección de candidatos. En este caso el efecto de la campaña gabinista rebasó todo pronóstico electoral al ganar Todos Somos Oaxaca siete distritos electorales, incluyendo el distrito XX de la ciudad de Oaxaca en donde su candidato era totalmente desconocido.

A pesar de estos resultados el PRI seguirá como fuerza mayoritaria en la LIX Legislatura con 23 diputados, distribuyéndose los restantes escaños como sigue: 8 para el PRD,6 para el PAN, 2 para Convergencia, uno para el PVEM, uno mas para el PT y uno también para el PUP, haciendo un total de 42 diputaciones. Esta composición prácticamente es similar a la anterior legislatura, en donde el PRI tuvo 25 diputados, el PRD 7, el PAN 7, el PT 1 y Convergencia uno más.
Los resultados de la elección municipal que dos meses después se llevaron a cabo en 150 de los 152 municipios que se rigen por el sistema de partidos políticos arrojaron resultados más favorables para los partidos de oposición, aun cuando la participación ciudadana se mantuvo sobre el 50 por ciento, similar a la registrada en la elección de gobernador pero por debajo de la que se observó en las elecciones municipales del año 2001, cuando el porcentaje de electores activos alcanzó el 58 por ciento.

Ahora el PRI solamente pudo ganar en 73 municipios, contra los 86 conquistados en el 2001, mientras que el PRD obtuvo un avance importante al incrementar de 36 a 47 el número de municipios . No ocurrió lo mismo con el PAN que prácticamente conservó el mismo número de ayuntamientos ganados en el 2001 (20 municipios).
Al descenso del PRI correspondió un ascenso global de la oposición que bajo estas nuevas condiciones políticas estaría en posibilidades de generar un contrapeso real a nivel de los municipios que se rigen por el sistema de partidos políticos si se toma en cuenta que en total suman 75 los municipios en su poder contra los 73 del PRI.

Sin embargo, si con estos mismos reagrupamientos se considera el factor poblacional el PRI sale ganando al representar al 52.78 % de los habitantes del estado de Oaxaca en tanto que los partidos de oposición sólo alcanzan a representar al 46.86 % de los oaxaqueños.[3]
Así las cosas, lo que tenemos a la vista en Oaxaca es una nueva geografía electoral municipal que apunta hacia un reacomodo político en donde más que los partidos son los ciudadanos los que están fijando las pautas de una alternancia que no necesariamente está pasando por la exclusión del PRI.

Al contrario, la nueva composición municipal reveló una estrategia priísta dirigida a conservar y recuperar los municipios más grandes e importantes política y económicamente. Por eso la dirigencia estatal de este partido concentró su atención en la recuperación de municipios estratégicos como el de Oaxaca de Juárez y Salina Cruz e intentó, a través del TEPJF, revertir el triunfo del PRD y conservar Juchitán de Zaragoza, por citar algunos de los más representativos.
Bajo este escenario de continuidad sexenal y alternancia municipal los principales actores políticos y los gobiernos surgidos de estas contiendas están emplazados a privilegiar el diálogo, la negociación y el respeto a la legalidad para pactar acuerdos y una nueva relación institucional que garanticen, además de la estabilidad social y política del estado de Oaxaca, su desarrollo y crecimiento económico y el bienestar de la mayoría de los oaxaqueños.

Diciembre de 2004.

[1] cfr. Yescas, Isidoro,“1998-2004: sucesiones y confrontaciones en el priísmo oaxaqueño “, en Voces de la Transición, Oaxaca, Carteles Editores, 2004.
[2] “Las andanzas de un veterano en “caídas del sistema”, en La Revista, agosto 9 de 2004.
[3] Noticias, 9-octubre-2004.

Publicado en:
Revista Humanidades, No. 3, Oaxaca, IIHUABJO, noviembre del 2005.

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